
Eso es exactamente lo que pasa, por ejemplo, cuando se observa una serigrafía abstracta de Peter Max, donde a primera vista vagamente se puede identificar algo, pero si se observa bien es posible “descifrarlo”. Igual sucede con la arquitectura, novelas, películas, música, elocuencia; el arte de la expresión está lleno de huecos, de vacíos que estimulan la imaginación. Si “imaginas” e interpretas lo omitido, habrás disfrutado el proceso, y no se te olvidará fácilmente lo que acabas de aprender. De hecho, en eso se basa la didáctica, en dejar “vacíos con significado”, estos son útiles y muy necesarios en casi todas las formas de expresión (exceptuando la documentación técnica y legal por razones obvias) Lógicamente, esto siempre conduce a diversas interpretaciones, pero eso es normal y hasta deseable; cada quien pone un poco de sus prejuicios y experiencia en los espacios vacíos de lo que interpreta.
Lo que más me gusta de los idiomas no es hablarlos sino más bien el proceso cognoscitivo de aprenderlo, particularmente al inicio cuando todavía no se entiende bien; es muy divertido porque no queda otra sino interpretar. Una vez que confirmas que determinada interpretación es correcta, no se olvida. Todo se hace hablando y escuchando, con gente, es muy rápido y dinámico, un triatlón para el cerebro. Así me tocó aprender portugués. En São Paulo, la señora que hacia la limpieza en el trabajo, Doña Jesí, era del noreste brasileño. Era increíble la velocidad a la que hablaba esta señora, y lo cerrado que era su acento. Cuando hablaba era como escuchar las cataratas de Iguazú, con el radio en alto, mezclado con sonidos metálicos, y sistemas neumáticos con fugas; pero disfrutaba mucho de sus fantásticos cuentos, lo que no le entendía, lo asumía, y al final sabia que había entendido algo más o menos uniforme, que no era hasta el ultimo milímetro lo que ella quiso explicar, pero que estaba muy cerca. Seguro, el cuento se me quedo.
Através de doña Jesí y otros comencé a entender a Brasil, su gente, su sistema de clases, los negocios, sus regiones. No lo entendí todo pero lo que quedó en blanco lo llene con mi interpretación, con lo que yo quería que fuera, algo que yo sé que no es, pero está cerquita, tan cerca como lo puede estar para un caribeño en la mata atlántica. Yel estuvo conmigo y para ella la historia es otra, diferente. Así se presentan las cosas en la vida. No existen las verdades ecuménicas. Si alguien te presenta algo en forma muy directa, donde todo está muy claro, sospecha. Si te exigen una sola interpretación, sospecha. Si alguien te dice que tiene la razón, doblemente sospecha.
El mundo sería un lugar mucho mejor si entendiéramos que es perfectamente normal -y deseable- que varias personas vean exactamente lo mismo de forma muy diferente, y que ninguno está equivocado. Por ejemplo, yo juro que veo a una señora muy vieja en el dibujo arriba, pero aquí me dicen que dizque es una muchacha joven. Y tú ¿Qué ves?