martes, marzo 23, 2010

El pana Ned (o del calor humano que quema)

Estando un poco cansado de ver como la desconfianza entre venezolanos da al traste con cualquier comunidad que formamos, en particular –pero no exclusivamente- con el país, historias como las de Ned refrescan, revitalizan, se hacen necesarias y entrañables. Una vez leí una frase categórica que encapsulaba bien esta historia. Era una expresión oximorónica que exponía como todo en exceso es malo y a la vez sugería que por muy malo que sea algo, siempre tiene aspectos positivos. Pero por más que le doy vueltas a la cabeza no logro dar con la cita. Se me borró de la mente, se esfumó, se desapareció ¿Dónde fue que leí la bendita cita?

Conocí a Ned en Perth hace algunos años. El pana Ned es australiano pero no es el típico mate. Ned habla varios idiomas, es culto, refinado, diría que hasta flemático. Habla un español venezolano perfecto, de terciopelo. Su trabajo lo llevó a varios países del mundo y llegó a Venezuela a principios de los noventa; tiempos turbulentos, de golpes, de movimientos políticos. Y él era más turbulento aún, en sus treinta y pico –con el pico corto-, soltero y sin compromiso. Ya se encargaría Venezuela de afilarle el pico.

Recién llegado, Ned trabajaba en una transnacional en Caracas. Era su primera vez en un país que no fuera del primer mundo así que él tenía mucho que aprender y asimilar. Cuenta el mismo Ned que él se volvía un nudo de confusión, una estopa arañada por un gato, cuando leía en el periódico, por ejemplo, que un asaltante fue ultimado a manos de un guachimán que le pegó tres veces con un tolete de cinco kilos de queso de año por la cabeza. Cosas así que sólo pasan en nuestro país. Al pobre Ned le costó un mundo entender la dinámica existencial venezolana, pero una vez que logró fluencia en el idioma, se hizo de unos amigos –lo cual no cuesta nada en Caracas- y siguió sin entender, después de todo Venezuela no es para entenderla, es para vivirla. Y eso hizo precisamente: se vivió a Venezuela.

La rutina de los viernes de Ned pasó de leer un libro en su apartamento a la siguiente: estaba en una tasca al final de la tarde, tipo seis o siete. Allí el grupo hacia el pre-despacho hasta que se movía a uno de los tantos locales nocturnos de la capital -Ned al principio bailaba como si hubiera tomado merengada de cabilla, pero con el tiempo se le soltaron esos huesos y ya al final el tipo parecía de goma- Al salir de la disco, tipo 3 o 4 de la madrugada, a veces el grupo se iba a casa de alguien y nunca faltaba el que sacara un cuatro y allí continuaban la rumba charrasqueando, cantando y bebiendo hasta el amanecer. En otras oportunidades se iban a la playa con el mismo plan, distinto escenario. O se iban a comer arepas o lo que se pudiera ingerir en cualquier calle del hambre a esa hora. Invariablemente la mañana del sábado agarraba a Ned con alguno de sus compañeros llevándolo a su apartamento y depositándolo como un trapo (y depositar no es una metáfora) en su cama.

Ned estaba disfrutando al máximo su estadía en Caracas, muy bien adaptado, quizás un poco más de lo necesario. O para decirlo en criollo, Ned se fue de palo, se pasó de la raya. Quedo embebido entre amigotes, amigas, informalidad, rumba, desorden, noche, playa, cervezas, chistes, joda, picardía, risas, muchas risas, pero de esas carcajadas venezolanas en las que se deja el alma. A Ned lo flemático se le fue al carajo en Venezuela. Y así Ned decidió que él se quedaba, que ni de vaina regresaba a Australia o a ningún otro país.

El tiempo pasó y cuando Ned tenía casi diez años en Venezuela –rumba tras rumba- ocurrió lo inevitable. En un viaje a Margarita en una semana santa, Ned quedo flechado por una morenaza que le echó el lazo. La chica en cuestión también estaba de vacaciones en la playa y de regreso en la capital prosperó una relación estable y hasta formal. Y luego vino el noviazgo, y después el matrimonio. Y eventualmente el primer hijo australo-venezolano. A esas alturas corría el año 2002, época de gran perturbación política y económica en Venezuela: golpes de estado, protestas, represión. Muchos venezolanos sentimos un gran desencanto en ese entonces, algunos tuvimos la visión de lo que se venía y buscamos salir del país. Pero Ned no. Ned seguía enamorado de su rincón tropical. No obstante las circunstancias de ese momento histórico lo obligaron a tomar un avión de vuelta a Perth con su nueva familia, después de casi quince años en Venezuela.

Y así fue como acabé conociendo a Ned en Perth. En una oportunidad, en una de esas tantas reuniones a las que he asistido, nos sentamos juntos, tragos de por medio, él con un vaso lleno de hielo y de un amarillo impúdico, yo con una copa de cabernet sauvignon del Margaret River, allí me contó su historia. Lo que más me hizo mella fue como la finalizó: -…viejo, si fuera por mí yo todavía estuviera en Venezuela, la que insistió en venirnos fue mi esposa…-. A lo que respondí: -¿Cómo puedes decir eso Ned?, tú sabes cómo está Venezuela ahora ¿no te importan tus hijos, tu familia?- Y Ned ripostó: -no chamo, no me importaría, esas son tonterías. Allá yo era realmente feliz-.

Pero en dónde diablos se habrá metido la cita esa, justo ahora no la recuerdo. Como sea, cual médium y a riesgo propio, intentaré invocarla desde el fantasma de la memoria: “Si amas hasta que duela, entonces no hay más dolor, sólo más amor.”

Como siempre inspirado en personajes reales y en tantos “gringos” que se han enamorado de esa tierra pasionera que te atrapa con un calor humano tan intenso que quema. El pana Russel del blog
Venezuelan Music merece una mención especial en este rubro.

domingo, enero 10, 2010

The dark side

Estaban Darth Vader y Luke Skywalker en su sempiterna pelea con los sables laser:

- Luke espera, tengo algo que decirte- dijo Darth Vader guardándose su sable rojo (rojito) en el cinto.

- Defiéndete malvado- Dijo Luke. Y agrego: -¿Qué me vas a decir, que soy tu hijo?-

- No vale Luke, eso lo sabe toda la galaxia. Lo que tengo que decirte es otra cosa. Mira, es que no deberíamos seguir peleando-.

- ¿Cómo?- Ripostó Luke, blandiendo su sable verde.

- Sí Luke. Es que mientras peleamos a esto se lo están llevando los mediocres-.

- No entiendo- dijo Luke con atención, ahora sí guardando el sable.

- Sí. Los mediocres. Es que si continuamos peleando nos vamos a joder todos y esto se lo van a llevar ellos. Y si no me crees, escucha, te lo voy a demostrar-.

Y así procedió el gran Darth Vader a enumerar las razones por las cuales los mediocres se están quedando con todo:

1) La gente cree que Tarek Willian es poeta (y que Jose Vicente intelectual, y Diosdado un estadista).

2) Y 10 años después, con 80% de pobreza, desempleo, delincuencia, corrupción, opresión y subversión, todavía hay millones que deliran por Chávez.

3) Y también 10 años después, todavía hay miles que piensan que los anteriores son unos resentidos marginales que no piensan y que ni vale la pena intentar razonar con ellos.

4) Ni hablar del racionamiento de luz eléctrica en un país rico en recursos energéticos.

5) Y los jóvenes que creen que el reggaeton es la música más creativa que hay.

6) Y también están los empresarios que antes eran azul azulitos que ahora se cuadran con el régimen por puro dinero dinerito.

7) Hay muchos argentinos, franceses y hasta australianos que también deliran por Chavez. Es que a la gente le encanta una revolución (con tal que no sea en su país)

8) Y aunque no se crea, hay gente que sí piensa que el dólar volvió de nuevo a 4.30 y que ahora sí vamos a estar chévere como antes.

9) Y existen agrupaciones tipo estudiantes revolucionarios, o encapuchados subversivos defendiendo al gobierno. ¿Y desde cuándo los jóvenes y estudiantes se cuadran con el stablishment?

10) Algunos juran que allá hay una revolución cultural (con ministro de la cultura y todo)

11) Jesucristo, el Che, Fidel, Bolivar, Miranda, la virgencita, la montaña de sorte y babalawos cubanos todos caben en el mismo saco ideológico sin problema alguno.

12) Es típico conseguirse a un rojo rojito alabando al socialismo y criticando al capitalismo del norte, pero vestido con pantaloncitos Tommy, zapaticos Nike y portando un teléfono Blackberry.

13) Y hablando de Blackberry, un teléfono celular costosísimo con múltiples funciones destinado a ejecutivos, es el teléfono que usan desde las quinceañeras hasta los motorizados.

14) Y en la misma onda de ser consecuente, recuerdo que el cajero de la panadería de la casa era un morenito como de metro y medio que tenía un tatuaje neo-nazi en el brazo. Así de fácil.