
Muchos desde nuestra óptica latinoamericana, especialmente si no conocemos, tendemos a idealizar a los países desarrollados: “si ellos están tan bien, entonces todo allá tiene que ser mejor, comenzando por la gente. Tienen que ser más educados, más eficientes, trabajar más duro. Sino entonces ¿como llevan toda esa calidad de vida a su población?”. Recuerdo cuando acababa de llegar a Sydney, un amigo venezolano se empecinaba fervorosamente en que cruzáramos la calle por el rayado y que esperáramos por el semáforo. “Aquí todo el mundo sigue las reglas” militarmente nos decía; pero en la calle miraba a mi alrededor y veía a todos los transeúntes cruzando por donde les daba la gana y particularmente cruzando con el semáforo en rojo si no venían vehículos. Era y es un desastre. Probablemente cuando mi amigo iba de vacaciones a Nueva York no se daba cuenta de lo mismo porque lo miraba con otros ojos.
Desde que la gente es gente, si les dan oportunidad, van a buscar un atajo. Es así en cualquier parte del mundo. Una muestra desde nuestras vacaciones en Tailandia: miles de europeos del norte y australianos visitan Tailandia cada año. ¿Sabes que es lo que más les atrae?: el andar sin reglas. Muchos van a abusar, a manejar automóviles a cualquier velocidad y en cualquier estado de embriaguez, allá ensucian, rompen cosas, se comportan violentamente, usan y abusan de la industria del sexo, menores incluidas, y esto es lo que hace que este infame negocio prospere. Obviamente no se puede generalizar y no todos van a Tailandia para eso, pero muchísima gente sí va allá a abusar. Y cuando regresan a casa, en Europa o Australia, vuelven a ser unos angelitos cívicos obedientes de las leyes. Es curioso que en Tailandia los mala conducta sean este tipo de turistas, no los tailandeses.
Uno a uno, en promedio y ahorrando detalles, John Smith y Juan Pueblo son igualitos. A ambos les gusta un bochinche, ambos infringirían las leyes, y pueden ser violentos y abusadores si se dan las condiciones. Ciertamente no es por la gente común que en América latina hay tanta violencia y corrupción. No hay nada intrínsecamente malo con nuestra gente, no al menos en comparación a la gente de Australia o de Tailandia o de cualquier otra región. No hay nada malo en nuestros genes, no somos ni más ni menos flojos, ni violentos, ni prestados a delinquir, que cualquier otro.
Sin embargo la delincuencia, violencia y corrupción corren libres en América latina y no, por ejemplo, en Australia o Tailandia, este último siendo un país subdesarrollado y con pobreza. ¿Por qué? Es obvio, en estos países se hacen cumplir las leyes y en los nuestros no. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?
Opino que lo que hace la diferencia es ese uno o dos por ciento de la población: la dirigencia. Los líderes: gobierno, políticos, grandes empresarios, gerentes de empresa, tu jefe: ellos legislan, controlan las leyes, plantean las reglas que son timón para la economía, dirigen la educación, cobran o pagan impuestos, allí esta todo. Piénsalo de nuevo. Exceptuando a transnacionales privadas: ¿Cuántas veces has visto a los más tontos en los cargos más altos en cualquier empresa o servicio, particularmente los públicos, en nuestros países? Ahora hazte la misma pregunta en cuanto a gobierno y políticos.
Eso no ocurre en un país desarrollado. Aquí la gente común es similar a la gente de América latina pero la dirigencia australiana, o cualquier jefe en una empresa es sumamente preparado y competente. Lo mismo pasa en Tailandia, por lo que he podido ver y leer: no son sólo “pobres pero honrados”, sino que hay cultura de elegir a los más preparados para los puestos clave.
¿Por qué en Latinoamérica siempre terminamos eligiendo a los más incapacitados para que nos dirijan? Ese es un asunto cultural complejísimo para el cual un australiano –el que menos pensaba yo- me planteó una teoría la cual inspira el título de esta serie de posts; si la misma fuera cierta, lo explicaría todo. ¡Todo! Esa teoría la compartiré en un próximo post.
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