
El pub debe ser la mejor de las invenciones australianas. No es el mismo pub oscuro británico lleno de tipos tatuados malencarados mata-wogs (aunque ese tipo de pub también existe aquí) Es, generalmente, un sitio donde se puede comer –a carta fija, no al mismo nivel de un restaurant- con cierto ambiente cordial, me atrevería decir que a veces familiar, donde hasta es posible encontrarse con niños - aunque esto es poco común-. Por supuesto, invariablemente hay una barra, y mucha, mucha cerveza y otras bebidas espirituosas. Y así pues, allí estaba yo, llegando ese viernes por la tarde a un aussie pub con algunos compañeros de trabajo.
-Guys, this shout is mine- dijo uno mientras se paraba de la mesa y se dirigía a la barra. Un shout es una ronda. Aquí existe toda un ceremonia respecto a tomar y a los shouts. Es suficiente decir que, primero, nunca se toma sólo, siempre hay que buscar al menos un mate (compañero) para tomar. Segundo, cada shout que uno reciba debe devolverse –brindarlo- en las siguientes rondas. Tercero: uno no puede retirarse del pub si las rondas no le han permitido devolver los shouts (shame on you); el que se pare es un piker (ni me atrevo a traducir eso). Y –aquí está- cuarto, esta cuarta regla se refiere a la forma y cantidad de lo que se toma.
En la mesa se comenzó con cerveza. Luego alguien sugirió: “next shout spirits guys!” y tomaron whisky Bourbon. De allí otra vez a cerveza, a veces negra, a veces blanca. Luego a cócteles bomba. Ya aquí algunos se estaban descomponiendo: “Maaaatee, you are my mate, ain’t you?...you ain’t gonna get angry with me never ever are you, hahahaha…”. Los tres pegaban saltos, le daban puñetazos a la mesa, se metían con el que pasara; ojos desorbitados, baba cayendo por la boca. Miro a mi alrededor y si bien el ambiente era todavía cordial, sí habían algunos excesos etílicos aquí y allá. En particular en la barra había uno con lentes que se caía de la silla alta de vez en cuando y lo que cargaba era una “voladora” de película. Yo a esas alturas tampoco notaba la diferencia entre una cerveza y una sopa de pollo, por lo que me fui a la terraza a respirar un poco de aire fresco.
Allí en la terraza me puse a cavilar: en Latinoamérica y la Europa mediterránea es embarazoso el lucir así de borracho y ruidoso. Allá es más macho el que aguante más palos sin perder la compostura. Aquí no. Aquí es lo contrario. Como buenos herederos de la Europa nórdica, en Australia es más macho el que se embriague y pegue brincos más rápido. Para eso se bebe, para olvidar, “to get away”. Por eso es que mezclan bebidas, para irse al demonio lo antes posible. Y beben como cosacos, en cantidades industriales. ¡Todos! Hombres y mujeres. No lo digo yo, el problema lo reconocen ellos mismos. Emborracharse aquí es “cool” y es promovido desde todos los espacios sociales: colegios secundarios, casas, amigos. Si sabré yo lo que es ser adolescente y que los amigos te digan: “¿pero tú no lo haces?, lo tienes que hacer, todos lo hacemos, ¿no lo has hecho todavía? ¡Hazlo! ¿Cuando lo vas a hacer?” Y algunas otras cosas frecuentemente vienen con esta cultura etílica fiestera: alcoholismo real, promiscuidad y drogas incluidas. Aquí los adolescentes tienden a ser muchísimo más liberales. Por eso, porque aquí es Cool lo que en Latinoamérica es embarazoso, porque aquí sí hay cultura de emborracharse y no de mantener la compostura; por eso sostengo que en Australia hay que estar más alerta con un hijo adolescente que en Latinoamérica.
En Venezuela, por supuesto, también hay alcoholismo, sobre todo en barrios pobres donde eso de mantener la compostura no se usa tanto. Pero de la clase media hacia arriba todavía existe cultura de beber socialmente y no emborracharse, o al menos fingir no estar borracho, para no “pasar la pena”. Eso sorprendentemente persuade a muchos a beber con moderación. Pero aquí no estamos protegidos por el mantra de una clase privilegiada. Aquí vivimos como todos, en el gran barrio Australia -casi- sin clases, donde todo lo que le pase al populacho, bueno o malo, le puede pasar a uno. Dicho esto, lo que se necesita es sólo un poco más de atención al adolescente, más nada. Conozco muchos casos donde todo va bien –y también algunos donde no-.
De vuelta de la terraza, ya adentro se había prendido una trifulca que involucraba al amigo volador de lentes de la barra con otro más. Se estaban dando con todo. Borracho es borracho.