Este invierno se prolongó bastante más de lo deseado. Los días estaban transcurriendo con una modorra tristona, con un sopor aplastante, y el viento le ponía el sound track a esta película esquiva. A pesar de que en Perth nunca hace frío como para no poder salir en pantalones cortos –así sea corriendo al carro- igual la lluvia y el ocaso a las cinco y media me tenían aletargado. Pero ¡fuera cachos! Este fin de semana el pronóstico era –por primera vez- más de 30 grados, y allá estábamos nosotros: en King’s Park para disfrutar del calorcito.
Luego de estar un rato en el parque con Viv y amiguitas, llegó el momento por el cual había esperado todos estos gélidos meses: me aleje sigilosamente del grupo y me senté en la grama en frente de la mejor vista de la ciudad. Que nadie me hable, que nadie me moleste, ahora sólo somos yo, la naturaleza y esa madre protectora llamada Perth. Me recosté en la grama y cerré los ojos: el sol calentaba ¡sí, era verdad! El verano llegó por fin. Sentía el calor de la tierra y casi podía escuchar como las flores, la grama, todo el verde crujiendo entrando en calor, sacudiéndose la somnolencia del frío seco perthiano. ¡Oh como vamos a disfrutar este verano! Ahora con carro descapotable: no nos permitiremos quedarnos en la casa en las tardes, queda prohibido no ir a la playa todos los fines de semana, que sea un mandato cocinar todos los días en la parrillera del patio; que ninguna semana se parezca a la otra, vamos a disfrutar hasta el último minuto de luz cuando el ocaso llegue por allá a las nueve de la noche. Hay que divertirse, la vida es una. Todo eso pensaba allí, tirado en la grama.
En eso siento un ruidito en el oido: “ññññiiiuhhn” y tiro un cachetazo que me deja la oreja roja. ‑Epa ¿qué fue eso?- “ñññiuhn” “ñññiiiiuhn” -¡Otra vez!, ¡Que fastidio!- De repente siento que algo me camina por el cachete, y por la nariz, y otro por el brazo. Me paro tirando manotazos para todos lados: -¡Pero bueno! ¿Qué pasa?-. Y justo allí me acordé que con el verano australiano siempre vienen ellas, esas zagaletonas que les encanta cualquier recoveco húmedo. Vaya si este invierno fue largo, tan largo que no me acordaba de ellas. Sí, ellas, las que le hacen a uno el verano de cuadritos. ¡Ellas!
¡Las moscas!
Mi sueño de una noche de verano se vio nublado por recuerdos de la temporada pasada: nubes enteras de moscas que te persiguen por todas partes y se te pegan al sudor que excretas en un calor seco de baño turco. Hay tantas moscas que si abres la boca se te mete una (por eso el acento aussie tan cerrado: no pueden abrir mucho la boca) Mentalmente de nuevo le puse el techo al carro y comencé a pensar que cocinar dentro de la casa, con aire acondicionado, en realidad no estaba tan mal. Bueno, nada es perfecto.
Pero lo peor es que esas no son las únicas moscas que vinieron a molestar este verano.
Hay que estar mosca con la mega crisis global que se asoma con el desplome del crédito en los EEUU. Esto se veía venir: ¿a quién se le ocurre que prestar plata en masa a gente sin credenciales y quedándoles los giros en el 60% de los ingresos podría ser buena idea? Sólo a banqueros avarientos. Esa prestadera de plata se puso de moda en todo el mundo desarrollado, Australia incluidísima, pero creo que esos días de crédito fácil están por irse. Menos mal. La gente necesitaba un reality check.
Desde otro punto de vista, esto ocasionó el desplome de los mercados bursátiles y un freno en el desarrollo desaforado de China. Todo eso se traduce en una baja del precio de los comodities que Australia exporta: los metales. La situación puede poner a Australia realmente contra la pared. Por el momento, lo que veo es a algunas empresas comenzando a cancelar proyectos. Algunas sí, otras no –todavía. Veremos.
El mercado de dinero reaccionó retirando fuertes capitales de la economía local, lo que causó una caída del aussie dólar de casi 30%. Y gracias a dios que fue así. Al menos ahora producir aquí es 30% más barato y eso va a ayudar a las empresas a sobrevivir o hacer viables en esta nueva situación a esos proyectos de ampliación que tenían en cartera. El otro lado de la moneda es que ahora todo lo importado –es decir, casi todo- se va a poner mucho más caro (que si conozco mi ganado, todo va a subir no 30 sino 50%)
Pero lo más interesante va a ser ver como va a empezar el año 2009 en cuanto al mercado laboral. Siempre he dicho que esta gente es dificilísima para entrarles en el trabajo y si ellos pudieran meterían a trabajar solamente a sus amigos, o a los que estudiaron en la uni con ellos, a gente que conocieran por su reputación. Pero es que no pueden, hay demasiado trabajo y se tienen que conformar con lo que consiguen –inmigrantes incluidos. Si comienzan a cerrar proyectos, esta situación pudiera revertirse. Para el que está insertado en el mercado probablemente esto no significará mucho pero el que llega definitivamente lo va a sentir.
Una que arrimamos al mingo: el barril de petróleo estaba en US$74 esta mañana, y los pronósticos son de US$50 (desde los 100 y pico en que estaba hace 2 o 3 semanas) Me pregunto como va a hacer Esteban de Jesús para seguir financiando estupideces y planes proselitistas que no educan ni le dan empleo a nadie sino lo que hacen es crear una relación de dependencia con papa-gobierno-que-me-da-plata. ¿Y como ahora si se le acaba la plata? Con lo único que hay que estar mosca es con el nivel de sectorización que hay en la población venezolana. Una Venezuela sin Esteban, o la ruta hacia allá, no será un camino de rosas. No se que será peor, si el remedio o la enfermedad. De nuevo: nada es perfecto.
Pero que fastidio con estas moscas de verano ¿no?
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martes, octubre 21, 2008
miércoles, octubre 15, 2008
La teoría del todo (3): De mantuanos y castizos
Un cambio de paradigma. Eso que te pasa cuando algo te saca totalmente de contexto y de repente te hace ver lo que antes no veías. Ese “clic” seguido de un: “¿como no lo pude ver antes?” Eso me pasó hace unas semanas en una conversación casual sobre el desarrollo humano en América latina -una de las tantas que he tenido. Este tema me ha interesado desde que tengo memoria adulta. Muchos libros he leído, muchas conversaciones he sostenido, siempre buscando un por qué a la pobreza, violencia y corrupción de nuestros países. Y mi interés se intensificó mucho más cuando comencé a salir de mi país por trabajo y conocí otras culturas. Es algo de vieja data; garantizado que mi interés no es el del típico inmigrante que quiere satanizar a su país para justificar su desarraigo.
En fin, estaba yo en el intermedio de un curso de entrenamiento en Perth cuando el facilitador se me acercó:
- “¿De donde erés?”
Luego de la aclaración y su reconocimiento (se acordó de la primera Miss Universo Venezolana: Maritza Sayalero, que por cierto ganó la corona en 1979 en Perth, y que se cayó parte de la tarima cuando se anunció la ganadora -un desastre- pero esa es otra historia…) mi interlocutor me pregunta:
- “¿Que tal está Venezuela? ¿Es un país estable?”
No es un secreto para nadie la situación actual de Venezuela -como no lo era para él-así que no es difícil imaginar el tono de mi respuesta. A lo que él respondió:
- “El problema de Latinoamérica es el sistema de clases que heredaron de sus colonizadores. En cambio los ingleses dejaron un sistema diferente, más igualitario…”
Allí comencé a subirme por las paredes. Pensé: “este no sabe nada de Latinoamérica y quiere aplicarnos sus prejuicios aprendidos en otra parte. Seguro nos está confundiendo con el conocido sistema de castas de la India.” Pero súbitamente me acordé de algo que contradecía su punto -según yo- y le dije: "¿sistema inglés diferente? Mira Sudáfrica ¿qué tipo de sistema dejaron allí los ingleses en complicidad con los holandeses?"
- “Eso es diferente; eso es racismo” me dijo. “En el racismo se excluye de la sociedad a un sector, pero los que quedan dentro de la sociedad, todos están en el mismo bote y todos reman en la misma dirección. De hecho, casi todos los países desarrollados tienen una vergonzosa historia de racismo. En su momento esta exclusión fue –equivocadamente- vista como una forma de mantener a la sociedad unida. Con sus equivocaciones históricas, los países del primer mundo siempre se han basado en sociedades unidas e igualitarias… ”
Ya aquí era evidente que esta no era una conversación promedio. Al final resulta que mi amigo el facilitador era un erudito sobre el tema, como el resto de la conversación demostró. Lo que sigue pasó más en los pensamientos que yo entretejía en el segundo plano de la plática –porque mi orgullo no me dejó hablar sobre ellos- mezclando elementos de la conversación en sí.
Es cierto, mi experiencia es que las sociedades más desarrolladas están basadas en la igualdad de sus ciudadanos; ejemplos sobran. También es rigurosamente cierto que las sociedades latinoamericanas, al contrario, están basadas en la desigualdad, en escalafones sociales. Allá es muy normal que alguien piense que en la sociedad hay gente que es “menos” que uno y otros que son “más” que uno. Es muy sutil, porque casi nunca hay discriminación directa pero muchos en el fondo sí piensan que “otros” tienen su lugar y “yo” tengo el mío. No se trata de la existencia de clases sociales –que en todos los países existen- se trata de clasismo: hay desprecio hacia abajo y rabia hacia arriba. De allí salen los epítetos despectivos “tierruo”, “marginal” o “sifrinito”. Esas cosas existen en todas las culturas, pero no están tan engranados en la sociedad ni existen con ese nivel de rabia y desprecio como en nuestros países. De hecho, la corrupción, delincuencia y violencia se presentan como expresiones escaladas de la rabia y desprecio que existe entre nuestras clases. Eso no es así en los países desarrollados, ni en la subdesarrollada Asia, donde la igualdad es el valor primordial de la sociedad.
Nosotros no tenemos un verdadero sentido de sociedad; nosotros somos los únicos que nos discriminamos, robamos y matamos entre nosotros mismos. Y asumimos como normal la desigualdad basada en un estatus. Uno no lo nota hasta que sale de su país (con la mente abierta para observar este tipo de cosas) y comprueba que el mundo no es así. En Venezuela el estatus generalmente lo da el dinero, o más bien el dinero que gastes o finjas gastar en bienes materiales, pero otros países latinos tienen sus propios temas: apellidos, origen, etc. Cualquiera es bueno para marcar clase y diferenciar. Yo se que a nadie le gusta pensar que su país es así, y si alguien se siente ajeno al clasismo es porque probablemente no sea clasista como individuo, y en realidad hay mucha gente allá que no es clasista, pero no se puede tapar el sol con un dedo, la verdad es que también hay mucha gente que sí lo es.
En una sociedad fraccionada, donde cada quien rema para su lado en el bote, siempre se parte el bote. Esto se refleja en el liderazgo elegido: los líderes –sea gobierno, líderes empresariales, etc- que son los que gritan en el altoparlante hacia donde se rema, van a hablarle sólo a su grupo o clase y lo único que van a lograr es que el bote se parta más rápido. Si no se lidera para todos, se divide. Triste pero cierto.
En mucha de la literatura -de origen anglosajón- que he revisado se señala a nuestra población multirracial como un factor que no ayuda a tener una sociedad cohesionada. Ejemplos sobran, en Asia o en la misma Australia, que echan por tierra ese argumento.
Hacia el final la conversación se desvió hacia la cultura inglesa y la igualdad como valor. En conclusión: yo todavía tengo en observación a esta teoría del todo: “falta de educación y moral, corrupción, violencia, delincuencia, líderes con intereses particulares, todo tiene origen en el sistema de clases que heredamos”. Me suena como muy radical, aunque estoy convencido de que sí juega un rol. Además, si de verdad allí esta la raíz de nuestros males, en la falta de sentido de sociedad, entonces es muy duro admitirlo porque, lo sabemos, nuestra mentalidad colectiva no va a cambiar pronto, tal vez nunca. Entonces ¿que oportunidad tiene esa región del mundo?
En fin, estaba yo en el intermedio de un curso de entrenamiento en Perth cuando el facilitador se me acercó:
- “¿De donde erés?”
Luego de la aclaración y su reconocimiento (se acordó de la primera Miss Universo Venezolana: Maritza Sayalero, que por cierto ganó la corona en 1979 en Perth, y que se cayó parte de la tarima cuando se anunció la ganadora -un desastre- pero esa es otra historia…) mi interlocutor me pregunta:
- “¿Que tal está Venezuela? ¿Es un país estable?”
No es un secreto para nadie la situación actual de Venezuela -como no lo era para él-así que no es difícil imaginar el tono de mi respuesta. A lo que él respondió:
- “El problema de Latinoamérica es el sistema de clases que heredaron de sus colonizadores. En cambio los ingleses dejaron un sistema diferente, más igualitario…”
Allí comencé a subirme por las paredes. Pensé: “este no sabe nada de Latinoamérica y quiere aplicarnos sus prejuicios aprendidos en otra parte. Seguro nos está confundiendo con el conocido sistema de castas de la India.” Pero súbitamente me acordé de algo que contradecía su punto -según yo- y le dije: "¿sistema inglés diferente? Mira Sudáfrica ¿qué tipo de sistema dejaron allí los ingleses en complicidad con los holandeses?"
- “Eso es diferente; eso es racismo” me dijo. “En el racismo se excluye de la sociedad a un sector, pero los que quedan dentro de la sociedad, todos están en el mismo bote y todos reman en la misma dirección. De hecho, casi todos los países desarrollados tienen una vergonzosa historia de racismo. En su momento esta exclusión fue –equivocadamente- vista como una forma de mantener a la sociedad unida. Con sus equivocaciones históricas, los países del primer mundo siempre se han basado en sociedades unidas e igualitarias… ”
Ya aquí era evidente que esta no era una conversación promedio. Al final resulta que mi amigo el facilitador era un erudito sobre el tema, como el resto de la conversación demostró. Lo que sigue pasó más en los pensamientos que yo entretejía en el segundo plano de la plática –porque mi orgullo no me dejó hablar sobre ellos- mezclando elementos de la conversación en sí.
Es cierto, mi experiencia es que las sociedades más desarrolladas están basadas en la igualdad de sus ciudadanos; ejemplos sobran. También es rigurosamente cierto que las sociedades latinoamericanas, al contrario, están basadas en la desigualdad, en escalafones sociales. Allá es muy normal que alguien piense que en la sociedad hay gente que es “menos” que uno y otros que son “más” que uno. Es muy sutil, porque casi nunca hay discriminación directa pero muchos en el fondo sí piensan que “otros” tienen su lugar y “yo” tengo el mío. No se trata de la existencia de clases sociales –que en todos los países existen- se trata de clasismo: hay desprecio hacia abajo y rabia hacia arriba. De allí salen los epítetos despectivos “tierruo”, “marginal” o “sifrinito”. Esas cosas existen en todas las culturas, pero no están tan engranados en la sociedad ni existen con ese nivel de rabia y desprecio como en nuestros países. De hecho, la corrupción, delincuencia y violencia se presentan como expresiones escaladas de la rabia y desprecio que existe entre nuestras clases. Eso no es así en los países desarrollados, ni en la subdesarrollada Asia, donde la igualdad es el valor primordial de la sociedad.
Nosotros no tenemos un verdadero sentido de sociedad; nosotros somos los únicos que nos discriminamos, robamos y matamos entre nosotros mismos. Y asumimos como normal la desigualdad basada en un estatus. Uno no lo nota hasta que sale de su país (con la mente abierta para observar este tipo de cosas) y comprueba que el mundo no es así. En Venezuela el estatus generalmente lo da el dinero, o más bien el dinero que gastes o finjas gastar en bienes materiales, pero otros países latinos tienen sus propios temas: apellidos, origen, etc. Cualquiera es bueno para marcar clase y diferenciar. Yo se que a nadie le gusta pensar que su país es así, y si alguien se siente ajeno al clasismo es porque probablemente no sea clasista como individuo, y en realidad hay mucha gente allá que no es clasista, pero no se puede tapar el sol con un dedo, la verdad es que también hay mucha gente que sí lo es.
En una sociedad fraccionada, donde cada quien rema para su lado en el bote, siempre se parte el bote. Esto se refleja en el liderazgo elegido: los líderes –sea gobierno, líderes empresariales, etc- que son los que gritan en el altoparlante hacia donde se rema, van a hablarle sólo a su grupo o clase y lo único que van a lograr es que el bote se parta más rápido. Si no se lidera para todos, se divide. Triste pero cierto.
En mucha de la literatura -de origen anglosajón- que he revisado se señala a nuestra población multirracial como un factor que no ayuda a tener una sociedad cohesionada. Ejemplos sobran, en Asia o en la misma Australia, que echan por tierra ese argumento.
Hacia el final la conversación se desvió hacia la cultura inglesa y la igualdad como valor. En conclusión: yo todavía tengo en observación a esta teoría del todo: “falta de educación y moral, corrupción, violencia, delincuencia, líderes con intereses particulares, todo tiene origen en el sistema de clases que heredamos”. Me suena como muy radical, aunque estoy convencido de que sí juega un rol. Además, si de verdad allí esta la raíz de nuestros males, en la falta de sentido de sociedad, entonces es muy duro admitirlo porque, lo sabemos, nuestra mentalidad colectiva no va a cambiar pronto, tal vez nunca. Entonces ¿que oportunidad tiene esa región del mundo?
En fin, por el momento, si usted se agarra a si mismo creyéndose más que alguien que nació en su propio país, sepa que usted estaría ejercitando el motivo primario de nuestro subdesarrollo -o al menos en Australia hay gente que así lo cree.
miércoles, octubre 08, 2008
Comunicado Oficial de Crónicas Perthianas
República de las Antípodas, 8 de Octubre de 2008.-
La Gerencia de Crónicas Perthianas informa a la colectividad que:
Considerando:
A) Que el presente blog ha recibido recientemente el premio al esfuerzo personal de parte de Marlin.
B) Que el blog Tcalo es un ejemplo de venezolana en el exterior que decidió adaptarse al país que la acoge: desechar lo malo -que siempre hay- y disfrutar lo bueno –de lo que hay más todavía.
C) Que el blog Semilleros es manejado con una espontaneidad, naturalidad y sinceridad que eriza los pelos.
D) Que el blog se habla venezolano es un ejemplo de venezolana que le tocó salir de su país no porque quiso sino porque las circunstancias apremiaron. Además Marú proyecta en su blog un gran don de gente y lleva el concepto de Networking a donde realmente deberíamos llevarlo todos: a relaciones personales bien cultivadas.
En consideración de lo anterior, Crónicas Perthianas resuelve:
1) Otorgar el premio al esfuerzo personal a los siguientes blogs: Tcalo, Semilleros y se habla venezolano.
2) Exhortar a los anteriores blogueros a pasar el premio en forma voluntaria, así como aclarar que no hay obligación ninguna de pasar el premio ni de hacer acuse de recibo del mismo.
3) Agradecer públicamente a Marlin por el premio.
En la ciudad de Perth a los ocho días del mes de Octubre de los corrientes.
Suscriben: Fer y Fmlia.
domingo, octubre 05, 2008
De aquí y de allá (1): Las gaviotas
Ese día venia manejando desde mi nuevo trabajo por la maravillosa costa sur de Perth. La primavera comenzaba a calentar, el sol bañaba los ventanales de las mansiones con vista al mar y el resplandor me encandilaba atrás del volante. Era como cuando la policía interroga a un delincuente y lo pone contra una luz incandescente para intimidarlo: “¡confiesa Fer! ¡Quieres ir a la playa a relajarte!”. Yel me había dicho por teléfono que estaba cansada así que por esta vez decidí pasar de largo la casa y seguir hacia la playa.
Me dirigía a Cottesloe beach la cual era nuestra playa preferida para esa época y además quedaba a cinco minutos de la casa. En el carro venía escuchando un CD de los Artic Monkeys que generosamente me había prestado un amigo del trabajo. Los Artic Monkeys no eran ni son de mi predilección, al decir verdad me parecían una mierda pero trataba de escucharlos para entender por qué le gustan a tanta gente, por qué los idolatran de esa manera. No se si será una cosa generacional pero por alguna razón no me la llevo bien con las recientes bandas del Reino Unido, tanto que me gustaban antes.
Así llegué al estacionamiento enfrente a la playa, y allí me quedé en el carro un rato con los vidrios abajo mirando el atardecer sobre el mar y escuchando este CD, tratando de hacerme un video clip personal, cazando rayos de sol, visualizando paisajes, contrastes, tonos, poniéndolo todo junto con la música. Con el último guitarrazo desafinado decidí bajarme del carro y me acomodé en un escalón de la grama que está en frente de la arena de la playa. A esa hora, tipo 6:00pm, el frío primaveral contrasta con la calidez de la luminosidad; la luz es amarillísima, casi anaranjada, y el contraste con el azul del mar es espectacular. Al atardecer Cottesloe Beach siempre está poblada por parejitas, niños, estudiantes, muchísimas gaviotas, hay de todo y para todos, un bello espectáculo de colores y gente. Lo único que perturbaba mi cuadro sensitivo era la batería estridente de los Artic Monkeys que todavía me retumbaba en la cabeza. Yo tengo el problema -o virtud, depende de donde se vea- que siempre mantengo un iPod virtual en la cabeza, generalmente del último ritmo que escucho.
Y justo en ese momento una señora se aplasta a mi lado en la grama, como a un metro. La miro de reojo y noto que lleva una bolsa con algo que parecían migajas de pan. La señora comenzó a tirarle el pan a las gaviotas y enseguida estas acudieron al llamado alimenticio. Eran de esas gaviotas blancas con alas grises; primero eran cinco, luego diez, luego veinte; se peleaban los pedazos de pan entre ellas, y picotazos iban y venían. “¡Iaaaahr!” chillonamente graznaban las gaviotas; era un grito agudísimo, como la desafinada guitarra de la banda inglesa que todavía me atormentaba en la mente. La señora les lanzó más migajas, y esta vez se sumaron otras gaviotas que tenían como una raya rosada en la cabeza, se abrieron paso aleteando vigorosamente, desesperadas entre las gaviotas de ala gris para ganarse el sustento. El cuadro se veía como una gran nube de plumas blancas, matizada por grises y rosados. “¡Iarrrhr!, ¡Iarrrhr!” descollaba el escalofriante sonido entre el abrumador retumbo del aleteo. De nuevo la vieja arrojó migajas y esta vez entraron revoloteando los cuervos, unos cinco o seis, parecían unos patoteros enfundados en sus chaquetas de cuero negro que entraban al sitio a destrozarlo todo. Y aquella coñaza mi hermano, porque los cuervos llegaron repartiendo picotazo y ala a diestra y siniestra. Un cuervo dispara primero y averigua después. A estas alturas los agitados pájaros se nos estaban acercando peligrosamente y ya la señora se estaba asustando. Yo también. En un último intento desesperado, la señora tomó la bolsa de pan, y como en cámara lenta alzó el brazo para lanzarla lejos, pero con el impulso la bolsa se rompió, cubriéndonos completamente de migajas. Y allí quedamos: cubiertos como si fuéramos unas milanesas gigantes, como un par de helados de mantecado con lluvia de maní, presa fácil para las voraces aves.
Salimos gateando de allí, en una escena digna de la película “The Birds” de Hitchcock, arrastrándonos rapidito, durante largísimos segundos, sin pena, sin voltear atrás, sin mirar a los lados. Huimos por nuestras vidas.
El otro día un amigo me preguntaba sobre los Artic Monkeys, que como me parecían. Le dije que me parecían una mierda, pero le dije una mierda de pájaro sin realmente saber por qué. Ahora que estos recuerdos ocupan mi mente ya se por qué fue.
Me dirigía a Cottesloe beach la cual era nuestra playa preferida para esa época y además quedaba a cinco minutos de la casa. En el carro venía escuchando un CD de los Artic Monkeys que generosamente me había prestado un amigo del trabajo. Los Artic Monkeys no eran ni son de mi predilección, al decir verdad me parecían una mierda pero trataba de escucharlos para entender por qué le gustan a tanta gente, por qué los idolatran de esa manera. No se si será una cosa generacional pero por alguna razón no me la llevo bien con las recientes bandas del Reino Unido, tanto que me gustaban antes.
Así llegué al estacionamiento enfrente a la playa, y allí me quedé en el carro un rato con los vidrios abajo mirando el atardecer sobre el mar y escuchando este CD, tratando de hacerme un video clip personal, cazando rayos de sol, visualizando paisajes, contrastes, tonos, poniéndolo todo junto con la música. Con el último guitarrazo desafinado decidí bajarme del carro y me acomodé en un escalón de la grama que está en frente de la arena de la playa. A esa hora, tipo 6:00pm, el frío primaveral contrasta con la calidez de la luminosidad; la luz es amarillísima, casi anaranjada, y el contraste con el azul del mar es espectacular. Al atardecer Cottesloe Beach siempre está poblada por parejitas, niños, estudiantes, muchísimas gaviotas, hay de todo y para todos, un bello espectáculo de colores y gente. Lo único que perturbaba mi cuadro sensitivo era la batería estridente de los Artic Monkeys que todavía me retumbaba en la cabeza. Yo tengo el problema -o virtud, depende de donde se vea- que siempre mantengo un iPod virtual en la cabeza, generalmente del último ritmo que escucho.
Y justo en ese momento una señora se aplasta a mi lado en la grama, como a un metro. La miro de reojo y noto que lleva una bolsa con algo que parecían migajas de pan. La señora comenzó a tirarle el pan a las gaviotas y enseguida estas acudieron al llamado alimenticio. Eran de esas gaviotas blancas con alas grises; primero eran cinco, luego diez, luego veinte; se peleaban los pedazos de pan entre ellas, y picotazos iban y venían. “¡Iaaaahr!” chillonamente graznaban las gaviotas; era un grito agudísimo, como la desafinada guitarra de la banda inglesa que todavía me atormentaba en la mente. La señora les lanzó más migajas, y esta vez se sumaron otras gaviotas que tenían como una raya rosada en la cabeza, se abrieron paso aleteando vigorosamente, desesperadas entre las gaviotas de ala gris para ganarse el sustento. El cuadro se veía como una gran nube de plumas blancas, matizada por grises y rosados. “¡Iarrrhr!, ¡Iarrrhr!” descollaba el escalofriante sonido entre el abrumador retumbo del aleteo. De nuevo la vieja arrojó migajas y esta vez entraron revoloteando los cuervos, unos cinco o seis, parecían unos patoteros enfundados en sus chaquetas de cuero negro que entraban al sitio a destrozarlo todo. Y aquella coñaza mi hermano, porque los cuervos llegaron repartiendo picotazo y ala a diestra y siniestra. Un cuervo dispara primero y averigua después. A estas alturas los agitados pájaros se nos estaban acercando peligrosamente y ya la señora se estaba asustando. Yo también. En un último intento desesperado, la señora tomó la bolsa de pan, y como en cámara lenta alzó el brazo para lanzarla lejos, pero con el impulso la bolsa se rompió, cubriéndonos completamente de migajas. Y allí quedamos: cubiertos como si fuéramos unas milanesas gigantes, como un par de helados de mantecado con lluvia de maní, presa fácil para las voraces aves.
Salimos gateando de allí, en una escena digna de la película “The Birds” de Hitchcock, arrastrándonos rapidito, durante largísimos segundos, sin pena, sin voltear atrás, sin mirar a los lados. Huimos por nuestras vidas.
El otro día un amigo me preguntaba sobre los Artic Monkeys, que como me parecían. Le dije que me parecían una mierda, pero le dije una mierda de pájaro sin realmente saber por qué. Ahora que estos recuerdos ocupan mi mente ya se por qué fue.
miércoles, octubre 01, 2008
Hija de tigres (2)
La constancia es importante para el éxito de todo emprendimiento pero hay momentos en que la perseverancia no es suficiente; hay retos que requieren de algo más, de ese último aliento allí donde duele; y es con ese dolor que se rompen las fibras y se crean los músculos.
Yo soy un convencido de que todo el que está realmente satisfecho con su vida lo ha hecho siendo constante en el largo plazo, pero también por momentos de extremo esfuerzo en lapsos cortos, temporales, en instantes específicos cuando la circunstancias lo requirieron. Largos valles de constancia, con algunos picos desenfrenados. Todos pasamos por esa tesis de grado, o por trabajar y estudiar a la vez, o por aquel proyecto súper difícil, o por el primer trabajo en otro idioma; todas situaciones pico que si no hubiéramos respondido a la altura, no estuviéramos aquí. Esos picos definitivamente hicieron la diferencia.
En estos días estamos super orgullosos porque nuestra hijita pasó su primer pico con excelencia. No sólo fue constante, sino que dio su mejor esfuerzo, consiguió motivación y diversión en el estudio y esa fue la clave -otro logro más-
Viv, te esforzaste y lo lograste: ¡banda 6 en NAPLAN numeracy! You want it, you’ve got it! Tu papi y tu mami están muy orgullosos. Una vez más lo has demostrado: eres grande, fuerte y valiente.
Yo soy un convencido de que todo el que está realmente satisfecho con su vida lo ha hecho siendo constante en el largo plazo, pero también por momentos de extremo esfuerzo en lapsos cortos, temporales, en instantes específicos cuando la circunstancias lo requirieron. Largos valles de constancia, con algunos picos desenfrenados. Todos pasamos por esa tesis de grado, o por trabajar y estudiar a la vez, o por aquel proyecto súper difícil, o por el primer trabajo en otro idioma; todas situaciones pico que si no hubiéramos respondido a la altura, no estuviéramos aquí. Esos picos definitivamente hicieron la diferencia.
En estos días estamos super orgullosos porque nuestra hijita pasó su primer pico con excelencia. No sólo fue constante, sino que dio su mejor esfuerzo, consiguió motivación y diversión en el estudio y esa fue la clave -otro logro más-
Viv, te esforzaste y lo lograste: ¡banda 6 en NAPLAN numeracy! You want it, you’ve got it! Tu papi y tu mami están muy orgullosos. Una vez más lo has demostrado: eres grande, fuerte y valiente.
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