No me gustan las hamburguesas en Australia. Y no es que no me gusten, es que no me gustan las de aquí. Con esa mayonesa dulce, con esa remolacha, bañada en salsa BBQ, el sabor te empalaga hasta la mucosa nasal. Pero ese día andaba apurado así que pedí el combo doble con todo -no, no please, medium size. No, miss, no deserts, thank you- Agarro mi bandeja y me la llevo a una apartada mesa alta de cuatro puestos, de esas para gente solitaria que come sin compañía. Que nadie me hable, que nadie me vea, sólo quiero comer rápido, relajarme y salir. Y sí, reconozco que me gusta la vista amplia que te dan esas mesas, son muy apropiadas para la práctica del people-watching.
Con sumo cuidado desempaqué mi hamburguesa, calculé meticulosamente la fuerza con la que tenía que encajar el pitillo en el centro exacto de la tapa del vaso de coca-cola, lo meto y listo, ya estoy comiendo. Fue allí cuando comencé a observar a la gente a mí alrededor. En frente está un flaco largo con su novia, se ven muy enamoraditos, en un rascabucheo típico de la edad. En la esquina está una abuelita con su nietecita. Y la nené me saluda a lo lejos como diciéndome: “te estoy cazando” mientras las detallo. Es que tú sabes, todas las niñas se ríen conmigo. Y en el centro ¡epa! Allí está un gordo con su hijo gordito, con una cara y ademanes que juraría ya que este tipo es Venezolano. Pero es que Perth ya parece Miami, uno se los consigue por todos lados. ¿Qué hago, me acerco a saludar? Nooh, que va. La primera regla de oro entre los venezolanos en el exterior es que sí te consigues a uno en la calle, mejor déjalo pasar. A un venezolano te lo tienen que presentar en casa de alguien o conocerlo del trabajo o algo; si te tropiezas a uno en la calle, la desconfianza generalmente se impone.
Pero veamos, el hijo es igualito al papá, los dos gorditos. Papá gordo está hablando por teléfono celular, un iPhone de esos –con musica, facebook, agenda y pues si vibra quien sabe para que más le servirá- y se le escucha en un español desgañitado: “no, no mamá, que se joda. Si el tipo ese no quiere pagar los 350 por la Hummer no se la vendas”. Y es allí cuando el hijo gordito le dice a papá gordo: “Papá, pupú”. Y papá gordo: “bueno mamá, yo se que ya yo me vine para Australia y tengo que salir de esa vaina pero coño, la Hummer está como nueva y además allá está cotizada con la escasez de carros que hay…”. En eso niño gordo se baja de la silla, se mete debajo de la mesa y con su manita le toca la panza al papa: “Papá, pupú. Quiero hacer pupú” a lo que el padre responde: “¿qué? ¿300? ¡No pana! Mira mama, yo tengo que sacarle algo. A mi me costo como 300 y eso antes de los rines que le monte”. Y el hijo: “Papá, pupúuu!”. En eso el gordo le tira un manotón a la bolsa de papas y se mete varias de un golpe: “essam… ñam… Hummerm … ñam… ñam… que se jodam… ñam”. Y niño gordo: “Papi, pupúuu!” A estas alturas la abuelita de la esquina estaba roja a punto de gritar “oh my god!”; el flaco parecía que se iba a lanzar un clavado en la merengada y la novia estaba sudando a borbotones con ganas de que se la tragara la tierra. Y papá gordo siguió luego de tragar: “¿y es que pa’ papaito no hay nada? Es más, ahora sacando cuentas, esa Hummer está muy barata. Pónsela en 370 a ver que te dice el carajo…”. “Papá, pupú”. “Si vale, y si no le vendemos la camioneta a otro” “papi, ¡pupú por favor!”. “dile al tipo que si me deposita en dólares afuera podemos hablar”. “Papá, pupú”.
Fue allí cuando niño gordo se paró en medio del pasillo, puso una piernita a un lado, la otra del otro y cual luchador de sumo, se agachó levemente y pujó. El sonido y el aroma que lo siguió nos hizo entender a todos los presentes que había cumplido su propósito a cabalidad. Entonces niño gordo se acerco al padre y lo llamó: “Pápi, papi” a lo que papá gordo respondió: “sí bueno hijo ¿qué es lo que pasa?”. Allí me provocaba pararme y gritarle: “¿cómo que qué le pasa? Que se cagó, se cagó aquí en frente de todos mientras tú hablabas pendejadas por la verga esa” pero no dije nada, tu sabes, es que soy tímido. Niño gordito le dijo “pápi, quiero ir a un parque” y el padre respondió “está bien hijo, vamos”, tomó a su hijo de la mano y recorrieron el pasillo dejando una parda estela a su paso. En su ruta a la puerta de salida, papá gordo me pasó por un lado y en perfecto english-ñol me preguntó : “excuse me my friend, where is the nearest park?” A lo que respondí:
- Sorry mate, I don’t know. I’m not from here.
martes, marzo 17, 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)