No es un secreto para nadie que me gusta la narrativa inmersiva, esa prosa que describe hasta el último detalle y con estilo atrapa al que la lée. Una vez embebido en el relato, un cambio de velocidad, o de timón, un contraste bien medido, logra sacar al lector de la inmersión y es como si le dijera: ¡epa, despierta! Esta técnica es fácilmente identificable en películas, música y con un poco de práctica también se le puede reconocer en pinturas, fotografía, esculturas o cualquier manifestación artística.
Es así como en el medio de una descripción totalmente formal a veces se cuela una frase soez, o cambia el tema a algo totalmente inesperado. El contraste despierta y produce interés -dice la teoría de la comunicación-. Y en realidad la comicidad es sólo eso: un atajo, un cambio de un relato que creíamos que terminaba de una manera hacia algo completamente inadvertido.
No sólo el arte, sino la vida misma se nutre de contrastes. Muchas veces me ha pasado que alguien resulta ser muy diferente –para bien- a lo que aparentaba. Y que placer produce encontrar a alguien humilde cuando se profundiza en una relación que parecía ser todo lo contrario en la superficie. Por alguna razón ese contraste se disfruta más. O Yel y yo que somos tan diferentes en algunas cosas, tanto que nos complementamos. O el cambio de aire en unas vacaciones. O también las diferencias que me ha tocado vivir entre Latinoamérica y Australia. O mi interés en opiniones diferentes a las mías –las disfruto más que las que concuerdan conmigo, no es de estas últimas de las que voy a aprender algo nuevo-. Todos esos contrastes hacen una vida más rica y provechosa: la vida es –no hay duda- un juego de contrastes.
Pero hay que saber diferenciar los contrastes fructuosos de los chimbos. Porque hay gente que se dedica a coleccionar contrastes chimbos, por ejemplo: en mi tierra de contrastes, donde el pobre y el pudiente parecen de diferentes países, con acento e idiosincrasias diferentes, allá se ven –adicionalmente- los siguientes contrastes: misiones de ayuda que no ayudan sino que crean clientelismo, desempleo y desabastecimiento; una democracia que sataniza a todo aquel que disienta; niños angelicales adoctrinados en los colegios para declamar poemas y alabanzas al che o al mismísimo Esteban; regalo de dinero a otros países compinches de doctrina –mientras la pobreza y delincuencia galopa libre en el país-. Y muchos dirán que el colmo de la contradicción: todo eso se mantuvo y empeoró mientras el barril de petróleo estuvo entre 80 y 120 dólares en un país rico en ese mineral.
Pero para mí ese no es el peor contraste. Agarra este: enmienda constitucional. Coño, ¿qué no es el colmo de lo contradictorio el adjetivar de constitucional, y por ende democrático, a algo que le daría la posibilidad a Esteban de quedarse en el poder hasta el 2000 siempre? ¿Qué tiene eso de constitucional y democrático? ¿Cuál es su intención? Y lo de enmienda. Se enmienda algo que se hizo mal bajo buena fe, es como un “perdón, me equivoque, hay que enmendarlo” Pero esto es un vulgar engaño donde poco a poco se intenta empujar con la barriga las intenciones de un dictador que pretende eternizarse en el poder. Eso de enmienda constitucional es algo así como un ateo cristiano, o un caraquista magallanero, o un mentiroso sincero; es algo que no pega, es discordante, es un contraste chimbo.
Los contrastes en mi país son tan comunes que se han hecho cotidianos. Nos hemos acostumbrado a que todo el tiempo la mata se esté moviendo. Pero dentro de ese mar constantemente picado, mi pana, esta es una Tsunami, es el contraste que contrasta con los demás contrastes. Si le dan a Esteban el tiquete hasta el 2000 infinito: ¡uh, ah, ese no se va! Sólo espero que con esta gracia, como una frase soez en el medio de la narrativa inmersiva, se despierte la gente y sus lideres, y puedan hacer retumbar un sonoro: “¡verga, NO!”.
Es así como en el medio de una descripción totalmente formal a veces se cuela una frase soez, o cambia el tema a algo totalmente inesperado. El contraste despierta y produce interés -dice la teoría de la comunicación-. Y en realidad la comicidad es sólo eso: un atajo, un cambio de un relato que creíamos que terminaba de una manera hacia algo completamente inadvertido.
No sólo el arte, sino la vida misma se nutre de contrastes. Muchas veces me ha pasado que alguien resulta ser muy diferente –para bien- a lo que aparentaba. Y que placer produce encontrar a alguien humilde cuando se profundiza en una relación que parecía ser todo lo contrario en la superficie. Por alguna razón ese contraste se disfruta más. O Yel y yo que somos tan diferentes en algunas cosas, tanto que nos complementamos. O el cambio de aire en unas vacaciones. O también las diferencias que me ha tocado vivir entre Latinoamérica y Australia. O mi interés en opiniones diferentes a las mías –las disfruto más que las que concuerdan conmigo, no es de estas últimas de las que voy a aprender algo nuevo-. Todos esos contrastes hacen una vida más rica y provechosa: la vida es –no hay duda- un juego de contrastes.
Pero hay que saber diferenciar los contrastes fructuosos de los chimbos. Porque hay gente que se dedica a coleccionar contrastes chimbos, por ejemplo: en mi tierra de contrastes, donde el pobre y el pudiente parecen de diferentes países, con acento e idiosincrasias diferentes, allá se ven –adicionalmente- los siguientes contrastes: misiones de ayuda que no ayudan sino que crean clientelismo, desempleo y desabastecimiento; una democracia que sataniza a todo aquel que disienta; niños angelicales adoctrinados en los colegios para declamar poemas y alabanzas al che o al mismísimo Esteban; regalo de dinero a otros países compinches de doctrina –mientras la pobreza y delincuencia galopa libre en el país-. Y muchos dirán que el colmo de la contradicción: todo eso se mantuvo y empeoró mientras el barril de petróleo estuvo entre 80 y 120 dólares en un país rico en ese mineral.
Pero para mí ese no es el peor contraste. Agarra este: enmienda constitucional. Coño, ¿qué no es el colmo de lo contradictorio el adjetivar de constitucional, y por ende democrático, a algo que le daría la posibilidad a Esteban de quedarse en el poder hasta el 2000 siempre? ¿Qué tiene eso de constitucional y democrático? ¿Cuál es su intención? Y lo de enmienda. Se enmienda algo que se hizo mal bajo buena fe, es como un “perdón, me equivoque, hay que enmendarlo” Pero esto es un vulgar engaño donde poco a poco se intenta empujar con la barriga las intenciones de un dictador que pretende eternizarse en el poder. Eso de enmienda constitucional es algo así como un ateo cristiano, o un caraquista magallanero, o un mentiroso sincero; es algo que no pega, es discordante, es un contraste chimbo.
Los contrastes en mi país son tan comunes que se han hecho cotidianos. Nos hemos acostumbrado a que todo el tiempo la mata se esté moviendo. Pero dentro de ese mar constantemente picado, mi pana, esta es una Tsunami, es el contraste que contrasta con los demás contrastes. Si le dan a Esteban el tiquete hasta el 2000 infinito: ¡uh, ah, ese no se va! Sólo espero que con esta gracia, como una frase soez en el medio de la narrativa inmersiva, se despierte la gente y sus lideres, y puedan hacer retumbar un sonoro: “¡verga, NO!”.