
Mike Martin llegó a Australia desde Venezuela por allá en los años ochenta. En aquel entonces lo único que había que hacer para inmigrar a Australia era tener ganas. No hacia falta -en principio- hablar mucho inglés, y algún filtro menor se aplicaba en cuanto a preparación académica. Inclusive Australia le pagaba el pasaje, primeros meses de estadía y entrenamiento en el idioma al inmigrante. Fue así como Australia vio llegar a Mike, que en realidad no era tal; su nombre de pila era Miguel, devenido en Michael, y para los amigos “Mike” por cuestiones de adaptación. Mike llegó recién graduado de electricista, muy joven. En Australia Mike terminó de crecer, se casó, tuvo hijos, amigos, compró casa e hizo una vida. ¿Qué razones llevaron a Mike a salir del Caribe y venir a parar aquí tan lejos? Eso sólo lo sabe él porque Mike no habla mucho al respecto. De hecho, Mike, luego de tantos años aquí, prefiere hablarme en inglés. Es que no había muchos latinos aquí para la época, y hoy en su casa, lógicamente, se habla inglés. Y todo el tiempo me está sugiriendo que hable inglés en mi casa con Yel y Viv (¡imagínate!) porque: “el inglés es lo más importante aquí, tú sabes. Además, ¿para que vas a hablar español si aquí eso no sirve para nada? ¡Olvídate de eso!” me dice. Mike con el tiempo se ha embebido en el fanatismo patriótico aussie: para él un Holden Commodore es el mejor carro del mundo; se le olvidan algunas palabras en español, le encanta una barbie (parrillada), tiene pocos amigos -pero tiene muchos contactos- me mira mal cuando soy “muy venezolano” o cuando critico algún aspecto de la vida en Australia. Mike es Aussie, tiene un montón de años aquí, y espera que yo sea Aussie como él, pero fuera de eso, Mike es, como muchos Aussies, un “top bloke”, es decir, un tipazo.
José Fernandez es venezolano. Tan venezolano como el Australiano Mike Martin. También es australiano porque José nació en Australia de madre venezolana. José es joven, en sus veinte y pico de años, habla español -si acaso- muy mal, pero no pierde oportunidad de practicarlo cada vez que nos ve. José fue un par de veces a Venezuela a visitar a familiares de sus padres cuando era un niño, pero hoy en día los siente lejanos. José, sin embargo, siente simpatía por todo lo que es latino y en particular por lo venezolano -pese a su mal español. No obstante, José creció aquí en Australia y desarrolla una vida normal australiana: se emociona con los juegos de footy, se viste, habla, camina y se comporta como un aussie, sus amigos son aussies; a pesar de lo que él diga, porque a veces se refiere a los australianos como “ellos”, con la connotación de “esos que son diferentes a mi”. Conversando con él creo que puedo inferir por qué: José creció en un ambiente un poco rudo para el extranjero -o aquel de origen extranjero- donde los sobrenombres y las burlas en el colegio no eran infrecuentes; cosas de muchachos, dirán algunos, y no dudo que así fuera, pero bromeando a veces a algunos se les fue la mano, por lo que puedo percibir.
Hace unos días mi querida hijita estaba viendo los juegos olímpicos, emocionada, sobreexcitada con las hazañas del equipo australiano, y justo allí se me ocurrió preguntarle: “Viv, si Australia compite con Venezuela ¿a cual equipo le irías tú?". Mi pequeña se quedo pensando, rumiando, recapacitando, y no me contestó nada. Me dijo que la pregunta era muy difícil y se sumió de nuevo en la televisión. No hay duda que a estas alturas la pregunta es difícil y en el futuro, lo será más, o tal vez no. Lo único seguro es que Australia ha cambiado mucho desde los días en que José estaba en la escuela. Hoy los bullies o bravucones son duramente castigados y la posibilidad de un ambiente hostil para alguien de origen extranjero es casi nula en Australia. Esto deja abierta, sin contaminantes, la posibilidad de que los niños se identifiquen con este país, con su país de origen, con los dos o con ninguno. Muy probablemente se identificaran mucho con este, un poco con el de origen, depende de los padres.
¿Y los inmigrantes adultos actuales? Estos vienen a este país después de pasar por un filtro donde se les solicita conocimientos del idioma y sobre todo una contundente experiencia profesional. Por ello, estos no llegan con la maleta vacía como llegó Mike Martin. El que llega a Australia hoy invariablemente tiene logros previos, financieros, profesionales, culturales o académicos, conseguidos en su país, que lo hacen caminar altivo, ostentando cierto orgullo por su tierra, la cual dejaron por razones que no son su culpa, circunstanciales, y por lo tanto no tienen absolutamente nada de que avergonzarse. Siendo así, ese orgullo les dificulta hacerse “Aussies” y probablemente no lo sean nunca. Serán, a lo sumo, venezolano-australianos o de cualquier otro origen una vez que se nacionalicen. En mi caso, Australiano nacionalizado, también suma el hecho de que no hay ningún aussie que piense que yo o cualquier otro por el hecho de portar un pasaporte australiano ya somos aussies. Comprensible, si me preguntan a mí, y yo reciproco en consecuencia.
Nuestro orgullo no es comprensible para alguien tan aussie como Mike. Él llegó muy joven y sin experiencia, él le debe todo lo que es hoy a Australia, y no pasó su infancia aquí así que no lo conoce todo -como José. Para Mike, igual que para algunos Aussies, a Australia no se le critica, es una cuestión de respeto. A Australia se le quiere y obedece. Punto; como a las madres: “no se discute lo que mamá dice”. Yo, sin embargo, opino diferente. Quería y quiero mucho a Venezuela, y en esa misma medida la criticaba, para plantar la semilla de la mejora; en la crítica indagaba respuestas y el proceso me ayudaba a entender. Igual es en Australia, la critico -igual que hacen muchos Aussies educados, por cierto- porque deseo todo lo mejor para este gran país en el cual decidimos vivir.
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