martes, febrero 24, 2009

The aussie way (5): Pubs and alcohol

-Fer.., fancy a drink?- me dijo un compañero de trabajo mientras yo estaba concentrado en la oficina. –Alrightie, just let me give a ring to the boss- contesté mientras marcaba el teléfono para llamar a la ministra de relaciones exteriores: que mi amor, tu sabes, que es viernes, que voy con los muchachos, dejo el carro en la casa, que sí, que regreso con fulano que su esposa lo pasa buscando. ¡Listo! –Ok guys, let’s go-. Y nos fuimos.

El pub debe ser la mejor de las invenciones australianas. No es el mismo pub oscuro británico lleno de tipos tatuados malencarados mata-wogs (aunque ese tipo de pub también existe aquí) Es, generalmente, un sitio donde se puede comer –a carta fija, no al mismo nivel de un restaurant- con cierto ambiente cordial, me atrevería decir que a veces familiar, donde hasta es posible encontrarse con niños - aunque esto es poco común-. Por supuesto, invariablemente hay una barra, y mucha, mucha cerveza y otras bebidas espirituosas. Y así pues, allí estaba yo, llegando ese viernes por la tarde a un aussie pub con algunos compañeros de trabajo.

-Guys, this shout is mine- dijo uno mientras se paraba de la mesa y se dirigía a la barra. Un shout es una ronda. Aquí existe toda un ceremonia respecto a tomar y a los shouts. Es suficiente decir que, primero, nunca se toma sólo, siempre hay que buscar al menos un mate (compañero) para tomar. Segundo, cada shout que uno reciba debe devolverse –brindarlo- en las siguientes rondas. Tercero: uno no puede retirarse del pub si las rondas no le han permitido devolver los shouts (shame on you); el que se pare es un piker (ni me atrevo a traducir eso). Y –aquí está- cuarto, esta cuarta regla se refiere a la forma y cantidad de lo que se toma.

En la mesa se comenzó con cerveza. Luego alguien sugirió: “next shout spirits guys!” y tomaron whisky Bourbon. De allí otra vez a cerveza, a veces negra, a veces blanca. Luego a cócteles bomba. Ya aquí algunos se estaban descomponiendo: “Maaaatee, you are my mate, ain’t you?...you ain’t gonna get angry with me never ever are you, hahahaha…”. Los tres pegaban saltos, le daban puñetazos a la mesa, se metían con el que pasara; ojos desorbitados, baba cayendo por la boca. Miro a mi alrededor y si bien el ambiente era todavía cordial, sí habían algunos excesos etílicos aquí y allá. En particular en la barra había uno con lentes que se caía de la silla alta de vez en cuando y lo que cargaba era una “voladora” de película. Yo a esas alturas tampoco notaba la diferencia entre una cerveza y una sopa de pollo, por lo que me fui a la terraza a respirar un poco de aire fresco.

Allí en la terraza me puse a cavilar: en Latinoamérica y la Europa mediterránea es embarazoso el lucir así de borracho y ruidoso. Allá es más macho el que aguante más palos sin perder la compostura. Aquí no. Aquí es lo contrario. Como buenos herederos de la Europa nórdica, en Australia es más macho el que se embriague y pegue brincos más rápido. Para eso se bebe, para olvidar, “to get away”. Por eso es que mezclan bebidas, para irse al demonio lo antes posible. Y beben como cosacos, en cantidades industriales. ¡Todos! Hombres y mujeres. No lo digo yo, el problema lo reconocen ellos mismos. Emborracharse aquí es “cool” y es promovido desde todos los espacios sociales: colegios secundarios, casas, amigos. Si sabré yo lo que es ser adolescente y que los amigos te digan: “¿pero tú no lo haces?, lo tienes que hacer, todos lo hacemos, ¿no lo has hecho todavía? ¡Hazlo! ¿Cuando lo vas a hacer?” Y algunas otras cosas frecuentemente vienen con esta cultura etílica fiestera: alcoholismo real, promiscuidad y drogas incluidas. Aquí los adolescentes tienden a ser muchísimo más liberales. Por eso, porque aquí es Cool lo que en Latinoamérica es embarazoso, porque aquí sí hay cultura de emborracharse y no de mantener la compostura; por eso sostengo que en Australia hay que estar más alerta con un hijo adolescente que en Latinoamérica.

En Venezuela, por supuesto, también hay alcoholismo, sobre todo en barrios pobres donde eso de mantener la compostura no se usa tanto. Pero de la clase media hacia arriba todavía existe cultura de beber socialmente y no emborracharse, o al menos fingir no estar borracho, para no “pasar la pena”. Eso sorprendentemente persuade a muchos a beber con moderación. Pero aquí no estamos protegidos por el mantra de una clase privilegiada. Aquí vivimos como todos, en el gran barrio Australia -casi- sin clases, donde todo lo que le pase al populacho, bueno o malo, le puede pasar a uno. Dicho esto, lo que se necesita es sólo un poco más de atención al adolescente, más nada. Conozco muchos casos donde todo va bien –y también algunos donde no-.

De vuelta de la terraza, ya adentro se había prendido una trifulca que involucraba al amigo volador de lentes de la barra con otro más. Se estaban dando con todo. Borracho es borracho.

jueves, febrero 19, 2009

4 ingredientes para Naty

Hace unos días me puse a escuchar un programa de opinión por radio venezolana en Internet. La cosa fue más o menos así:

-¿Aló? ¡Ay gracias por atenderme! Al fin voy a poder desahogarme de todo lo que nos esta pasando – dijo la chica con el típico acento “mandibuleao” del este Caraqueño.

-Me llamo Natalia pero me dicen la Naty… Bueehno, es que estoy super friqueada y shoqueada. O seeea ¡ya no aguanto más!- siguió nuestra amiga. Y por cierto, estos dos últimos verbos vienen de freak y shock en inglés.

Luego de una corta conversa y frente a las invitaciones del conductor del programa para que se desahogara, la moza culminó muy elocuentemente:

-…y lo que no puedo entender es como nosotros los Venezolanos, una gente tan linda, terminamos gobernados por ese monstruo, tan feo, tan grosero, vulgar, enredador, tramposo, que manipula los resultados de las elecciones y que además tiene a este país sumergido en una sola crisis y una sola pelea desde hace 10 años. Es que yo lo veo tan claro… ¿Cómo nos pudo pasar esto? ¿Cómo es que los que todavía lo apoyan no lo ven? ¿Son tarados?-

Ay Naty, Naty. Escucha Naty. ¿Que cómo nos pudo pasar esto? ¡Las cosas pasan loquilla! si los planetas se alinean, si combinas los ingredientes exactos, en el momento preciso. Mira, toma una licuadora y mete estos 4 ingredientes:

I. Nuestra sociedad disfuncional: con los típicos problemas de cualquier sociedad latinoamericana: una gran mayoría pobre olvidada y una minoría dirigente –desde la clase media hasta la política- que los miran por encima del hombro, los ignoran y sólo piensan en ellos mismos y su cogollo. Estos últimos además les dio por ser más corruptos que nunca en un momento histórico por allá a finales de los 80.

II. La resaca soviética: en los 60 y 70 los soviéticos financiaban el adoctrinamiento desde adentro de las filas de los jóvenes militares en Latinoamérica –Venezuela incluida- como un plan para expandir el comunismo. No resultó bien, y luego lo intentaron en las universidades (por eso el halo izquierdoso de casi todas las universidades de la región) pero el caso es que un obsequioso joven militar, al cual llamaré “Esteban de Jesús”, sí que resultó adoctrinado en extrema izquierda y comunismo. Este mismo Esteban se rebela contra la putrefacta clase política de los 80 y se levanta contra el gobierno en un golpe de estado a principios de los 90.

III. A un carismático oportuno: Esteban se las arregla para ganar popularidad desde la cárcel a la cual fue a parar por su insurrección. Sale. Forma un partido político, se aprovecha de que la gente estaba harta de la clase política existente, se lanza a la presidencia y ¡oh sorpresa! ganó a finales de los 90.

IV. Petrodólares: al segundo año de gobierno, justo cuando la luna de miel se le acababa a Esteban, el condenado tiene la recontra suerte de que el barril de petróleo sube a precios estratosféricos. La entrada de petrodólares le ha dado –hasta hace poco- financiamiento para mantener cierto nivel de popularidad de forma artificial en base a regalos, dadivas, corrupción, compra de conciencias, amedrentamiento, de todo un poco.

Y mi querida Naty; a estas alturas creo que no vale la pena porfiar que somos gente tan linda, insistir en que lo que esta allí no está, seguir diciendo que el rey no está desnudo. No vale la pena negar nuestras disfuncionalidades como sociedad y mucho menos ahora cuando se hace evidente que es principalmente por ellas que estamos donde estamos. Nuestro país no es ni la peor ni la mejor sociedad de América Latina, pero sí es a la que se le alinearon los planetas hoy, a la que se le revolvieron esos 4 ingredientes en la secuencia precisa.

Y ya ves mi estimada Naty: las cosas sí pasan. Allí está la Alemania nazi, y sin irse tan lejos: las cruentas dictaduras de Argentina, Chile y Brasil en los 70. ¡Vaya! ¡Si le sigue pasando a Cuba desde hace 50 años! A ellos ya les tocó, se les alinearon los planetas en su oportunidad. Ahora nos tocó a nosotros. Todos estos casos Naty, demuestran que la democracia no es perfecta pero es lo mejor que hay. Lo que le falta para ser perfecta, ese 2% perverso, maligno, cuando las cosas salen pésimo aún en democracia, allí vive Venezuela en este momento. A veces por ese 2% se sale del área democrática, y se regresa, y uno no está ni seguro cuando Esteban fue democrático y cuando no lo fue.

Naty, a riesgo de que te molestes conmigo te voy a decir una cosa: el ventajismo exagerado y hasta la trampa son parte del juego democrático, de ese último 2% imperfecto. En todos los países, el gobierno en alguna oportunidad ha abusado de su poder. Sino acuérdate del 2004 cuando Bush le ganó a Gore en los EEUU. El abuso de poder, la intimidación, presos políticos, trampa electoral, uso del dinero para fines políticos y no para la prosperidad del país, todas son viejas fórmulas. El gobierno será tan abusador y doblará las reglas de la democracia tanto como las circunstancias de popularidad le permitan. No hay gobierno que resista una popularidad de menos de 10% por mucho dinero y ventaja que tenga. Así fue como sacaron a Fujimori del Perú, pero lamentablemente ese no es el caso en Venezuela –todavía-.

Paciencia Nati, que al menos el cuarto ingrediente ¡ya no está! Con la maquinaria de gasto de este gobierno, a finales de este año van a estar sumergidos en una falta de liquidez tan profunda, que nadie se va a acordar de ese pedazo de referéndum que se celebró en Febrero. Y la gente lo va a cobrar. Quédate tranquila Naty, tranquila.

domingo, febrero 15, 2009

Country


La campiña o interior del país es similar en todas partes. Y sus personajes también: el vaquero americano, el caipira brasileño, el gaucho argentino, el llanero venezolano, todos son versiones del mismo héroe. Pero se me atoja que el aussie farmer, o granjero aussie y en general la vida en el aussie countryside guarda una increíble e inenarrable similitud con su análogo americano.

El granjero aussie, trabajador como el solo, es un personaje que se levanta a las cinco de la mañana a hacer sus faenas. Trabaja con sus manos; el mismo atiende la tierra o ganado, y si acaso tiene a un grupo de 2 o 3 que lo ayudan, generalmente de la misma familia. Anda por necesidad en una camioneta UTE -la cual es una versión de la pick up americana- con la que surca inmensas praderas verdes y largas carreteras en busca de materiales, hablando con gente, resolviendo prestamos con el banco, atendiendo sus asuntos contables, negociando la cosecha con los –siempre usureros- mayoristas o con las –más usureras aún- grandes cadenas de supermercado. El Aussie farmer pasa mucho tiempo bajo el sol y a pesar del sombrero aussie que lo acompaña, siempre está sunburnt –quemadito pues, rojo como un tomate- especialmente en la parte de atrás del cuello. Visitar la Australia rural es como viajar en el tiempo; en algunas emisoras de radio sólo suenan canciones de los ochenta, por todas partes hay vallas y avisos con letras góticas, las costumbres tienden a ser conservadoras, y la vestimenta campesina. Además el acento es lo más enrevesado que uno se pueda imaginar, escuchar hablar a un tipo de estos es como teletransportarse a la sala de calderas de un barco a vapor. En el pueblo todos se conocen y se llaman por su nombre entre ellos con una familiaridad y complicidad que marca un claro “nosotros somos nosotros” que recuerda la sensación de un caraqueño de visita en el Zulia.

La Australia urbana es otra cosa pero lo mismo a la vez. O más bien eso quiere ser. Es en la Australia rural donde Australia es realmente Australia. Las capitales Australianas se resisten a madurar y se aferran a su pasado –no tan lejano- de pueblo rural, y es de allí donde sobrevive el Mateship, cuyo contenido en el fondo tiene un dejo de “nosotros somos nosotros”. Es en la Australia rural donde las cholas y los pies descalzos al final de un arduo día de trabajo se popularizan. Las camionetas UTE que tanto usan los jóvenes en las ciudades se originan en la vida rural; y el comercio que cierra a las 5:00pm es otra referencia de la ciudad que insiste en ser bushy. Y ni hablar de las costumbres conservadoras. Australia, la verdadera, la que quiere ser, vive en el aussie countryside.

Muchos años antes de vivir en Australia aprendí que en teoría de la comunicación cuando a uno le mencionan, por ejemplo, la palabra “pájaro”, uno se imagina a su ave particular y esta no es igual a la que usted se figura, o a la del otro más allá, sino que cada quien se imagina algo diferente. Así yo me imagino a un halcón, otros se figuran a una gaviota, algunos un colibrí, y puede ser que alguien piense en un avión o en un terodáctilo, o aún en algo más sugerente. Cosas de la mente. Así cuando dicen Australia, la mayoría pensará en el Harbour Bridge de Sydney, o en la gran barrera de coral, o en la playa. Yo en cambio me pinto un granero. Y el granero no viene solo, viene con una pradera verde y una montaña de fondo. Hay gente en el granero: son granjeros aussies trabajando ¡trabajando duro carajo! porque aquí todos trabajamos, trabajamos hasta la hora, balanceando la vida personal para tomar aire y trabajar de nuevo al día siguiente o el lunes, pero todos trabajamos, en equipo, en sociedad.

Esta semana varias decenas de incendios simultáneos azotaron y continúan azotando al interior de Victoria y literalmente cambiaron la cara de la vida rural del estado. Los resultados de la devastación son, hasta ahora, 181 muertos, 1800 casas destruidas, 7000 personas quedaron sin techo. Es la mayor tragedia natural ocurrida en Australia hasta la fecha y rivaliza con las no naturales, por ejemplo el impacto es mayor que las bombas de Bali. Las imágenes en los medios son trágicas y la respuesta de la sociedad abrumadora en términos de solidaridad y donaciones.

Muy a pesar de las decenas de muertes violentas todas las semanas en Caracas, no puedo dejar de conmoverme frente a como esta sociedad se mueve en equipo, alineada, bien dirigida por su liderazgo, para salir de esta tragedia.

Donaciones a la causa de los afectados por los incendios en Victoria aquí.

lunes, febrero 02, 2009

La imposibilidad del no

Mucho se ha hablado –particularmente en los últimos tiempos de éxodo masivo de criollos al exterior- sobre que es lo que más caracteriza a los venezolanos. Se dice que somos comedores empedernidos de arepas y de diablitos Underwood, que tomamos Toddy, Frescolita –y un Nestea especial también-, que somos muy solidarios para rumbear –y un poco desunidos para casi cualquier otra cosa-, que somos amigeros, habladores, exagerados, bailadores, con bellas mujeres, se habla de todas esas cosas y más; todas discutibles, todas vulnerables, todas clichés con numerosas excepciones a la regla.

Yo creo, en cambio, que lo que más nos caracteriza es algo mucho más sutil; vendría a ser algo que afecta todos los aspectos de nuestras vidas –particularmente como nos relacionamos-. Planteo aquí que nuestra marca de fábrica, nuestro talante común, es nuestra imposibilidad de decir “no”.

Y así es. Lo que para cualquier mortal criado en otros pagos seria resuelto con un sencillo “no, panita, hoy no puedo”, a nosotros nos cuesta un mundo. Por ejemplo, propóngale usted a un australiano que conoció en una reunión –digamos, no exactamente a un amigo, sino alguien que sabes que se caen medianamente bien- que un día por favor te cuide al niño, que tú tienes que hacer una diligencia. El anglosajón en cuestión dirá que sí, si realmente puede y si quiere hacerlo. Si no puede, y aún si puede pero simplemente no quiere, sin ninguna razón lógica, él va a decir que no –punto-.

El mismo caso pero esta vez entre venezolanos, o mejor, entre venezolanas –supuestamente amiguísimas-:

- Aló ¿manita? ¿Hola, como estás?
- Chévere, ¿y tú?
- Bien vale… aquí pasando calor, en estos días la temperatura ha llegado a 43…
- Ay sí. No veo la hora que llegue el invierno de nuevo…
- Sí vale… Mira mana, tú sabes que este viernes tenemos la fiesta del trabajo de Juancho y tú sabes como es la cosa aquí: No kids. ¿Será que tú puedes hacerme la segunda con mí chamo?
- (Pensando: “… está sí que es fresca de verdad, con lo que me cuesta mi tiempo libre esta cree que lo voy a querer pasar cuidando un muchacho de otro…”)

Pero en ese momento la neurona 4301 se le cruza con la 2345 y en el cortocircuito liberan una enzima desoxirribonucleica que le nubla el pensamiento, y le dice:

- Ok chama, tráeme tu chamo el viernes.

Y por supuesto, se queda pensando –y peor, comentando- que su amiga es una abusadora. Pero no le dice que no. No se lo dice, porque ella misma no sabe recibir un no. Si uno le pide un favor a un compatriota y recibe un no, generalmente uno se ofende. Toda una receta para el conflicto.

Si existiera un antídoto, una suerte de inyección que nos enseñara a decir que “no” cuando hay que decirlo, yo mismo me sacrificaría y haría de conejillo de indias. Me imagino el momento: me inyectan, se me ponen los ojos blancos, la lengua se me sale, pego tres chillidos, y en el trance busco el laptop, me lo pongo en las piernas y comienzo a escribir un post, así:

- ¡NO! Porque no me como, nunca me he comido y nunca me comeré, esas morcillas en almíbar que llaman la revolución bolivariana.

- ¡NO! Por haberse jugado la carta del odio dividiendo a los venezolanos y aglutinando contra enemigos imaginarios. ¡Que fácil se vende el odio!

- ¡NO! Por bravucón, guapo y apoyao en una chequera de petróleo. Te quiero ver ahora sin plata, papá.

- ¡NO! Por emplear la sutil intimidación: lo suficientemente sutil para desmentirla a nivel internacional, lo suficientemente contundente como para asustar. Me refiero aquí a las listas de opositores marcados, a las brigadas de choque de civiles “independientes”; a las amenazas públicas; a eso y más.

- ¡NO! Por fingir querer a un pueblo dándole regalos y dádivas, y no lo que realmente necesitan: educación y trabajo.

- ¡NO! Por querer quebrar el sector privado productivo del país y sustituirlos con puestos de trabajos improductivos en la nómina pública para disfrazar el desempleo y crear dependencia con el régimen.

- ¡NO! Por meterse con lo más sagrado: destruir la educación, cambiar la historia que se cuenta, crear carreras universitarias de 2 años, secundarias de 2 años, primarias de 1 año.

- ¡NO! Por meterse con lo más impoluto: nuestros niños declamando poemas a revoluciones absurdas, inventar que la patria potestad de los niños no es de los padres sino del estado.

- ¡NO! Porque nunca había habido tanta escasez, tantas empresas quebradas, tanto retroceso, y a la vez nunca había entrado tanta plata en tan corto tiempo al país.

El antídoto sirve. Inmunízate. Aprende a decir que NO este febrero.